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domingo, 17 de enero de 2010

Cristo de Medinaceli


Vestido de granate y dorado, tus manos morenas cruzadas pero abiertas,
con tus ojos de pena y tu rostro bañado en misericordia, te miro y en tus ojos
veo plegarias de personas agotadas, te miro y me infundes una pena calmada,
tu corona de espinas hoy en mi alma abrazándola, hoy me haces sangrar Dios mío,
hoy me llenas de profunda lastima el corazón, tu cabello negro, ondulado al igual
que las sombras que me acechan.

Cristo, mi Cristo llorando de tristeza, hoy me visto de nazarena ante ti,
te suplicó, te rezo, me rompo...acógela en tus manos, deja que ella bese tus pies
como tanto había deseado en su vida, déjale que te mire con sus pupilas inocentes,
tómala para ti, porque eso es lo que has decidido, Señor mío.

Dile que el tiempo no me cicatriza su ausencia,
dile que su amor ha sido lo más real de esta vida,
dile que le amo, que le amo tanto que esta soledad me marchita como una flor muerta,
dile que perdone mi rabia, mis sentimientos llorosos por la ausencia,
Señor me arrebatas un trozo de corazón y yo te lo entrego aunque me duela,
aunque me duelan las estrellas, la luna, la noche, este invierno áspero
que me envuelve, la lluvia que cae incesante como si fuesen trocitos de fe esparcidos por la ciudad.
Dios mío ayudame.

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